Le Corbusier.
Es uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna, Charles Edouard Jeanneret, conocido como Le Corbusier.
La primera razón por la que considero a LeCorbusier como uno de los autores más representativos de la arquitectura moderna es por su valiente ruptura con la arquitectura que se venía haciendo hasta el momento. Es cierto que antes de él otros arquitectos habían iniciado, balbuciendo tímidamente, el camino de la modernidad desde la secesión vienesa, el expresionismo, Peter Behrens, Adolf Loos o el "pre-racionalismo" de la escuela de Chicago que titubeaba entre el modernismo-art-déco americano y el despojo del ornamento (Louis Sullivan). Pero es Le Corbusier quien, de manera clara y rotunda, rompe con la manera de hacer del siglo XIX, con los revivals y neo-estilos eclécticos, y va al fondo, a lo simple, a la pureza de líneas y al concepto. Además es el primero (que yo sepa) que estructura en un discurso teórico sus principios de creación arquitectónica de manera que pueden identificarse ya, en 1.924, como "modernos", en el manifiesto del "Esprit Nouveau". La ruptura que supone la aplicación práctica de este manifiesto a la obra de arquitectura de Le Corbusier sólo es comparable, a mi entender, al salto cultural que se produjo entre la bóveda de cañón y el arco apuntado.
La separación entre estructura portante y muros de cerramiento, que ahora nos parece evidente, en su momento (no hace tanto tiempo, realmente menos de 100 años) no era tan evidente. Y esa separación, propiciada por la implementación de nuevas tecnologías (la reciente "invención" del hormigón armado, o el uso sistemático y avanzado de las estructuras metálicas en la construcción), es, a mi juicio, la "madre del cordero" de lo que ahora llamamos "Movimiento Moderno" o "Estilo Internacional". Este carácter revolucionario de sus ideas es lo que hace que obras como la "Villa Savoya", cuyo proyecto data ni más ni menos que de 1.928, nos parezcan tan actuales, tan contemporáneas como las obras que construimos en nuestros días. Pero tiene... ¡casi ochenta años!
La segunda razón para considerar tan esencial en la historia de la arquitectura a LeCorbusier es su dimensión urbanística y social. Su participación en la elaboración de la "Carta de Atenas", a partir de su liderazgo en los sucesivos congresos del CIAM, lo eleva a mi juicio a la categoría de máximo defensor de principios urbanísticos que quizás hoy se estén empezando a superar, pero que durante todo el siglo XX han informado la actividad urbanística de nuestras ciudades. Los principios teóricos de la zonificación ("una ciudad para trabajar, otra para habitar y otra para recrearse"), la "ville radieuse" como ejemplo de liberación del suelo para el ocio y disfrute público, trasvasando el techo habitable en altura gracias a las nuevas tecnologías, pero, sobre todo, el enunciado de la creación de ciudad, el urbanismo, como función pública, no subordinada a los intereses particulares y privados sino al interés común, hacen de Le Corbusier un pionero, una figura de vanguardia también en lo social, enlazando con los Owen, Fourier y otros socialistas utópicos, sus cooperativas y falansterios del XIX, pero buscando de manera posibilista el equilibrio entre la preponderancia del interés público sin eliminar radicalmente la iniciativa privada. El contenido de esta propuesta urbanística es, a mi entender, uno de los mayores valores del movimiento moderno, aunque muchas veces ha sido mal utilizado con fines especulativos y con resultados penosos (barrios-dormitorio sin dotaciones ni espacios libres, incumpliendo frontalmente el espíritu de la "Carta de Atenas").
La tercera razón para elevar a la categoría de "maestro de la arquitectura" a Le Corbusier es su capacidad de cambio, la elasticidad en sus planteamientos iniciales, de unas geometrías más rígidas, hacia unas formas mucho más amables, orgánicas, en las obras de su última etapa. Esta manera de flexibilizar los principios informadores de su obra, sin traicionar sus axiomas básicos -lo que suele llamarse la "flexibilidad del junco", que puede llegar a flectarse enormemente sin llegar a romperse, firme aunque flexible- le llevó a producir, en sus últimos años de actividad profesional, las obras más hermosas de su carrera, aunque no tan "puras", más híbridas y bastardas, pero por ello más ricas en matices y conectadas con su valor fundamental, la relación con el "modulor", el patrón humano para medir la arquitectura. Pertenecen a esta época brillante de la actividad de Le Corbusier obras tan hermosas como la Capilla de Notre-Dame du Haut, en Ronchamp, el Convento de Santa María de la Tourette o la escuela infantil de Firminy.